Título: La niña que iba en hipopótamo a la escuela
Autor: Yoko Ogawa
Editorial: Funambulista
ISBN: 978-84-96601-98-7
Nº de páginas: 413
PVP: 18€
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Puntuación
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"Jamás olvidaré la casa de Ashiya en la que viví entre 1972 y 1973.
(...) Pero precisamente porque la realidad es totalmente distinta a lo que viví, mis recuerdos no pueden ser arruinados por nadie. En mi corazón, la casa de mi tío sigue estando allí, y los miembros de la familia, tanto los que están muertos como los que son ya muy mayores, siguen viviendo en ella como antaño. Cada vez que vuelvo a mis recuerdos, sus voces resuenan animadas y sus rostros sonrientes aparecen llenos de calidez.
Mi tía abuela Rosa, sentada a su tocador, parte de su ajuar que trajo de Alemania, se unta con esmero una crema de belleza en la cara. Mi tía, en la sala de fumar, se entretiene busccando apasionadamente errores tipográficos. Mi tío, impecablemente vestido, incluso para andar por casa, bromea sin cesar. El servicio doméstico, la señora Yoneda y el señor Kobayashi, se afanan en sus quehaceres, la mascota Pochiko deambula perezosamente por el jardín. Mi prima Mina lee un libro. Nos percatábamos de su presencia en el acto. A causa del ruido de las cajas de cerillas que lleva siempre en los bolsillos. Era su colección más preciada, y también su amuleto.Procurando no molestarles, me paseo sigilosamente entre ellos. Pero alguno siempre acaba por notar mi presencia y me dice, con toda naturalidad, como si no hubiesen transcurrido treinta años: "¿Pero bueno, estabas aquí, Tomoko?", y yo contesto que "sí" a mis recuerdos.
Este es el primer libro que leo de Ogawa Yoko. Y qué maravilla de libro! Me ha encantado vivir con Tomoko (protagonista y narradora de la historia) y su familia en esa casa tan grande al estilo occidental. Todos los personajes que van desfilando a lo largo de la novela tienen su encanto: la tía abuela Rosa, que vino desde Alemania para casarse y que se expresa en un japonés bastante pobre; el tío, hijo de la tía abuela Rosa, que es director de una fábrica de bebidas muy famosa, que es medio alemán y medio japonés y que se ausenta continuamente de la casa por "ciertos asuntos"; la tía de Tomoko (hermana de su madre), que se pasa horas en la sala fumando y bebiendo whisky mientras devora libros en busca de erratas; la señora Yoneda, fan de la leche condensada y los concursos, amiga íntima de la abuela Rosa con quien canta a dúo en el piano; el señor Kobayashi, el encargado de cuidar de Pochiko y del jardín; Mina, la prima de Tomoko, que sufre asma y constantes crisis respiratorias, que colecciona cajitas de cerillas por sus curiosos dibujos y luego escribe historias sobre ellos; y por supuesto también está Pochiko, la hipopótamo que llegó desde Liberia y que se encarga de llevar a Mina todos los días al colegio.
Sin duda alguna, a primera vista esto parece más bien una casa de locos (¿dónde se ha visto un hipopótamo enano en el jardín de una casa?). Pero una vez entras en la casa de Ashiya y te familiarizas un poco con los miembros de la familia acabas por descubrir que en realidad es una casa con bastante orden (gracias a las atenciones de la señora Yoneda), y que a medida que la historia va avanzando te das cuenta de que les has cogido mucho cariño y que no quieres marchar de esa maravillosa casa.
Me encantó la historia del Zoo Fressy, un zoo que había en la casa con múltiples animales cuando el tío de Tomoko era un niño. Cómo me saltaron las lágrimas con la historia del chimpancé que se tiró a las vías del trenecito (una atracción del zoo) para salvar a los pasajeros porque se habían quedado sin frenos. Y por supuesto tampoco olvidaré el episodio del incendio en la montaña y ese terrible amanecer donde los habitantes de la casa de Ashiya perdieron a un miembro importante de la familia...
Los últimos capítulos del libro son de lo más emotivos. Sólo diré que hacía tiempo que un libro no me llegaba tan hondo con su final. Recuerdo que cuando lo leía estaba en una cafetería aguantándome las lágrimas...
Una preciosidad la historia que nos cuenta Tomoko.
Mika
Sin duda alguna, a primera vista esto parece más bien una casa de locos (¿dónde se ha visto un hipopótamo enano en el jardín de una casa?). Pero una vez entras en la casa de Ashiya y te familiarizas un poco con los miembros de la familia acabas por descubrir que en realidad es una casa con bastante orden (gracias a las atenciones de la señora Yoneda), y que a medida que la historia va avanzando te das cuenta de que les has cogido mucho cariño y que no quieres marchar de esa maravillosa casa.
Me encantó la historia del Zoo Fressy, un zoo que había en la casa con múltiples animales cuando el tío de Tomoko era un niño. Cómo me saltaron las lágrimas con la historia del chimpancé que se tiró a las vías del trenecito (una atracción del zoo) para salvar a los pasajeros porque se habían quedado sin frenos. Y por supuesto tampoco olvidaré el episodio del incendio en la montaña y ese terrible amanecer donde los habitantes de la casa de Ashiya perdieron a un miembro importante de la familia...
Los últimos capítulos del libro son de lo más emotivos. Sólo diré que hacía tiempo que un libro no me llegaba tan hondo con su final. Recuerdo que cuando lo leía estaba en una cafetería aguantándome las lágrimas...
Una preciosidad la historia que nos cuenta Tomoko.
Mika
No conocía este libro, pero va veloz a formar parte de mi lista de pendientes. ¡Gran reseña!!!
ResponderEliminarBesotes!!!
Hola!
ResponderEliminarMe llama mucho la atención el título del libro, y por lo que he leído de vuestra reseña tiene una pinta buenísima.
Gracias por hacérmelo conocer =)
Besitos!!
Jo, voy a tener que añadir otro libro más a esa larga lista mía que solo crece! Me has dado muchas ganas de leerlo, y por el fragmento que has puesto y lo que has contado me ha transmitido una sensación extraña como de surrealismo-mágico-tierno-emotivo (evidentemente, una sensación que no sé explicar muy bien jaja). Y eso que hasta ahora cuando lo veía por ahí no me llamaba la atención.
ResponderEliminarUn beso!